(https://es.scribd.com/document/167377635/Tanta-conexion-tan-poco-comunicacion)
De acuerdo a un artículo publicado por
Sergio Sinay, en el que menciona: En el mundo entero cada vez es mayor la
cantidad de personas que día a día hacen uso de teléfonos celulares y no tan
sólo de uno, si no de dos. Y muchos se suman diariamente al uso de Internet. Y
hay alrededor de dos millones y medio de cuentas de correo electrónico.
Además, hace cuestionamientos
como:
¿Qué
significa esto cuando son traducidos a números?
Sergio Sinay explica, que hay cifras en
un mundo que ha hecho de las estadísticas y de los porcentajes verdaderos
tótems, muestras de verdades indiscutibles.
En principio, se da por descontado de
que esto nos incluye, de manera irreversible, en el mundo globalizado, que nos
hace partícipes de la comunicación y beneficiarios de su tecnología.
En su artículo, claramente explica, que
la necesidad de comunicarnos es evidencia clara de la diversidad que nos define
como humanos. No hay dos personas iguales, no hay dos experiencias idénticas.
En la vinculación de estas diferencias nos reconocemos. Es el otro, el
semejante, su mirada y su presencia quien garantiza nuestra identidad. Tenemos
nombres para ser llamados, nombrados, entre otros, por otros.
Comunicarse es alcanzar la humanidad del
otro y abrirle el acceso a nuestra propia humanidad. Es ampliar la mirada sobre
nuestras experiencias, ofrecernos mutuamente diferentes perspectivas sobre
nuestras historias y sobre nuestra condición común. La condición humana. La
comunicación es impensable sin el prójimo, el semejante. Y, considerándola así,
hasta podríamos decir que la comunicación es amor.
Existen en la actualidad varios millones
de celulares y de cuentas de correo electrónico y de chateadores no se diga,
principalmente en el punto de estudio de este caso como el WHATSAPP, consiste
en conversadores cibernéticos, a veces de tiempo completo esto es producto de
un mundo más comunicado.
Nos comenta el autor de este artículo
que podemos ver, parejas que transcurren un almuerzo completo están ahí, en
cualquier restaurante, con uno de ellos aferrado a su celular, en una o en
varias conversaciones en serie. No cruzan palabra entre sí. No se miran.
Veríamos familias que, en apariencia, comparten una actividad, en donde uno o
más de sus componentes están de cuerpo presente, pero ausentes desde lo
vincular. Se los ve esclavos de su celular.
En las calles veremos amigos,
matrimonios, padres e hijos, que caminan como si anduvieran por rieles
paralelos, que no se tocan, mientras hablan, tecnología mediante, con alguien
que no está allí.
Mientras tanto, llueve sobre nosotros
una incitación cotidiana: ¡Conectate!
La comunicación ya no es lo importante,
sino el objeto, el aparato, el artefacto. El medio es el fin. De hecho, el uso
del celular en ciertos lugares donde se necesita silencio, sólo interrumpe la
comunicación de los demás, del prójimo.
Mientras más mensajes cruzan el espacio,
menos contactos ciertos, con soporte y significado, con presencia y compromiso,
parece haber entre las personas. De esto da fe una cierta angustia existencial,
una creciente pregunta por el sentido real de la existencia que se escucha en
cuanto se establecen conversaciones verdaderas, sostenidas, ni efímeras ni
virtuales.
El autor de este artículo nos deja un
gran mensaje:
Si nos prometemos con un amigo una
charla con tiempo y sin celulares que nos interrumpan, aparecerán los temas
postergados, las necesidades desoídas del alma, Invito a realizar esta
experiencia.
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