COMUNICACIÓN EDUCATIVA

Raúl Aceves M. del C
ID 00250427

“El WHATSAPP: tanta conexión, tan poca comunicación”

(https://es.scribd.com/document/167377635/Tanta-conexion-tan-poco-comunicacion)

De acuerdo a un artículo publicado por Sergio Sinay, en el que menciona: En el mundo entero cada vez es mayor la cantidad de personas que día a día hacen uso de teléfonos celulares y no tan sólo de uno, si no de dos. Y muchos se suman diariamente al uso de Internet. Y hay alrededor de dos millones y medio de cuentas de correo electrónico.
 Además, hace cuestionamientos como:
¿Qué significa esto cuando son traducidos a números?
Sergio Sinay explica, que hay cifras en un mundo que ha hecho de las estadísticas y de los porcentajes verdaderos tótems, muestras de verdades indiscutibles.
En principio, se da por descontado de que esto nos incluye, de manera irreversible, en el mundo globalizado, que nos hace partícipes de la comunicación y beneficiarios de su tecnología.
En su artículo, claramente explica, que la necesidad de comunicarnos es evidencia clara de la diversidad que nos define como humanos. No hay dos personas iguales, no hay dos experiencias idénticas. En la vinculación de estas diferencias nos reconocemos. Es el otro, el semejante, su mirada y su presencia quien garantiza nuestra identidad. Tenemos nombres para ser llamados, nombrados, entre otros, por otros.
Comunicarse es alcanzar la humanidad del otro y abrirle el acceso a nuestra propia humanidad. Es ampliar la mirada sobre nuestras experiencias, ofrecernos mutuamente diferentes perspectivas sobre nuestras historias y sobre nuestra condición común. La condición humana. La comunicación es impensable sin el prójimo, el semejante. Y, considerándola así, hasta podríamos decir que la comunicación es amor.
Existen en la actualidad varios millones de celulares y de cuentas de correo electrónico y de chateadores no se diga, principalmente en el punto de estudio de este caso como el WHATSAPP, consiste en conversadores cibernéticos, a veces de tiempo completo esto es producto de un mundo más comunicado.
Nos comenta el autor de este artículo que podemos ver, parejas que transcurren un almuerzo completo están ahí, en cualquier restaurante, con uno de ellos aferrado a su celular, en una o en varias conversaciones en serie. No cruzan palabra entre sí. No se miran. Veríamos familias que, en apariencia, comparten una actividad, en donde uno o más de sus componentes están de cuerpo presente, pero ausentes desde lo vincular. Se los ve esclavos de su celular.

En las calles veremos amigos, matrimonios, padres e hijos, que caminan como si anduvieran por rieles paralelos, que no se tocan, mientras hablan, tecnología mediante, con alguien que no está allí.
Mientras tanto, llueve sobre nosotros una incitación cotidiana: ¡Conectate!
La comunicación ya no es lo importante, sino el objeto, el aparato, el artefacto. El medio es el fin. De hecho, el uso del celular en ciertos lugares donde se necesita silencio, sólo interrumpe la comunicación de los demás, del prójimo.
Mientras más mensajes cruzan el espacio, menos contactos ciertos, con soporte y significado, con presencia y compromiso, parece haber entre las personas. De esto da fe una cierta angustia existencial, una creciente pregunta por el sentido real de la existencia que se escucha en cuanto se establecen conversaciones verdaderas, sostenidas, ni efímeras ni virtuales.
El autor de este artículo nos deja un gran mensaje:
Si nos prometemos con un amigo una charla con tiempo y sin celulares que nos interrumpan, aparecerán los temas postergados, las necesidades desoídas del alma, Invito a realizar esta experiencia.

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